Historias inconfesables


Debo confesar que creía que la autora se llamaba Ovidie Jérôme d'Aviau. Resulta que la guionista se llama Ovidie y Jérôme d'Aviau es el dibujante, quien ha publicado también bajo el rimbombante pseudónimo de Poipoipanda. ¡Y yo pensando que el dibujo era muy femenino porque aparecían unos hombres muy refinados; que las mujeres sí, pero ellos no estaban bien retratados por ser obra de una autora! Pues, ¡zas!

Ovidie tiene su nombre en una fuente de tamaño mayor porque es directora y ex actriz porno, además de escritora, periodista, bloguera y productora. Se ratifica una vez más la relación pornstar > dibujante. Pero, la verdad, para lo que he leído, deberíamos invertir el signo. Lo importante aquí es que como guionista de cómics, Ovidie es un pestiño.

El morbo, lo supe una vez leído, está es que las historias están basadas en experiencias reales, un nuevo dato que no hizo los relatos mejores. Son anécdotas de acentuado erotismo que fallan en su narración: son sosas, sin gracia y muy poco originales. Pese a la gran ilustración de la cubierta, el estilo es muy rígido. Las escenas de sexo exigen un trazo más dinámico, pasional. Es curioso ver cómo el estilo se parece más al de, por ejemplo, los californianos hermanos Hernández que al de sus colegas franceses.

Si se quieren leer buenos ejemplos que aúnen cómic francés y sexo recomendaría a Aurélia Aurita (Fresa y Chocolate), Arthur de Pins (Pecados Veniales) o Zep (Happy Sex, más conocido por ser el creador de Titeuf). La primera narra sus experiencias con su marido, llenas de humor y naturalidad. Los dos últimos dibujan páginas de humor picantes llenas de originalidad y frescura. No son cómics para excitarse. Si se desea pillar un buen calentón, mucho mejor Love Junkies de Kyo Hatsuki.

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